Criterio en la deliberación en torno a los casos Monreal, López y Delgado
José Antonio Robledo y Meza
Lo que se delibera, o es ciertamente posible, o no. Si es dudosa la posibilidad, esta será la cuestión única o principal [...] Luego se delibera sobre lo útil, o la duda estará entre lo útil y lo honesto. Quintiliano, III, VIII, 16-18.
A dos años de las elecciones del 2027 y frente a las conductas de los dirigentes Ricardo Monreal, Andrés López y Mario Delgado los morenistas deben deliberar y tomar una decisión entre castigarlos o no y si se decide castigarlos, definir el tipo de castigo. La supuesta falta es la de haber realizado viajes que violan el principio de “vivir en la justa medianía y sin lujos”, lo que significa, de acuerdo a Luisa María Alcalde, dirigente nacional de Morena, “adoptar en la vida cotidiana, pública y privada, las máximas juaristas que son dos: una, vivir en la justa medianía, y dos, entender que el poder es humildad”. Alcalde señaló que “todas y todos los dirigentes de Morena y los representantes populares de Morena debemos actuar siempre con el ejemplo”.
Ante tales señalamientos los morenistas se verán precisados a tomar una decisión, es decir, a escoger entre varias opciones aquella que mejor les permita alcanzar el propósito de ganar, nuevamente, la mayoría de las gubernaturas y, lo más importante, reiterar la mayoría calificada tanto en la Cámara de Diputados como en la de Senadores.
Deliberar es una palabra que deriva del latín libra (balanza) y que expresa la actitud de ponderar, sopesar los pros y los contras de una determinada iniciativa, o comparar varias para ver cuál es preferible. La deliberación es un debate sobre los medios que mejor conducen a un fin. Deliberar consiste en comparar las ventajas y los inconvenientes de cada opción. Al deliberar, deben abordarse las tres cuestiones básicas (cuáles son los hechos, cómo nombrarlos y evaluarlos) y hacerlo al servicio de un objetivo mucho más exigente: ¿qué hacer?: ¿es posible hacerlo? ¿cómo lo llamarían? ¿qué les parece?
Quienes deliberen deberán aconsejar o disuadir en razón del provecho o del daño previsibles. Parece una cuestión de valoración, pero incluye cuestiones conjeturales y nominales. En los casos señalados existen ahora controversias de valoración en cuanto al castigo a los tres morenistas mencionados: ¿es útil o pernicioso? ¿es justo o injusto? ¿lo es en sí o en razón de las circunstancias?: ¿es injusto por la forma? ¿es pernicioso por el momento elegido? ¿es inconveniente por sus consecuencias? etc.
También intervienen las conjeturas. Es preciso suponer lo porvenir, especialmente en dos aspectos: si será posible realizar lo que se pretende y si los resultados que surjan serán los que se imaginan: ¿es posible suprimirlo o no? ¿de este modo o de otro? ¿ahora o dentro de dos años? ¿los resultados que se esperan son los más probables?, etc.
Ni qué decir que surgen cuestiones nominales: ¿qué se entiende por “vivir en la justa medianía? Todo esto debe preparar la resolución final: ¿castiga o no a Monreal-López-Delgado por no ser ejemplo de vivir en la justa medianía y sin lujos? Debe resolverse de una vez: se castiga. ¿Por qué? porque es posible, lícito, y ofrece más ventajas que inconvenientes.
Posibilidad. Cuando se analicen las propuestas para el futuro es obvio que no deben juzgarse ni las inevitables, ni las imposibles. Si algo no se puede eludir porque resulta forzoso realizarlo, o no se puede pretender porque es inalcanzable o muy difícil de lograr, la discusión naufragará en la indiferencia. Claro está que no basta con que algo sea posible o fácil para deliberar sobre ello, pero es una condición necesaria, sin la cual ni lo útil ni lo justo serán tomados en consideración.
La utilidad es el principal soporte de cualquier deliberación. Según Aristóteles (Retórica 1365b, 23-27) Lo que persuade a todos sin excepción es la conveniencia. Aunque los votantes den a entender que les mueven motivos morales, rara vez ocurre que no pesen en primer lugar la utilidad y el daño que se puedan derivar de cualquier iniciativa.
Moralidad. Ya hemos dicho que no basta con defender una iniciativa como útil. Es preciso sostener que no lesiona principios, deberes o derechos que constituyan el armazón de la convivencia. En este sentido, la moralidad puede considerarse también como una condición para lograr que lo útil mueva a los oyentes a deliberar. Es casi imposible persuadir de las ventajas de una acción cuando ésta no es lícita. Con frecuencia se da el caso, pero siempre es preciso aderezar su presentación para que la transgresión resulte admisible, porque nadie es tan malo que quiera parecerlo.
En conclusión, ¿debe castigarse o no a Monreal-López-Delgado? Quienes persuaden de que deben castigarse tienen que demostrar que las cosas que ellos exhortan a hacer son justas, legales, convenientes, nobles, gratas y fáciles de hacer. Los que disuaden de que no deben castigarse han de oponerse a ello por medio de lo contrario, es decir, que no es justo, legal, etc. (...). Debe escogerse el criterio más eficaz en función de la sensibilidad de los futuros votantes y el más persuasivo suele ser la utilidad.