La universidad pública mexicana está obligada a transformarse
José Antonio Robledo y Meza
Aspecto especial del pensamiento humano es su capacidad de crear y fomentar el intercambio a través del empleo de diversas clases de sistemas de símbolos o códigos de significado. Estos sistemas o códigos, son los vehículos a través de los cuales se produce el intelecto; por su propia naturaleza, son sistemas abiertos y creativos. El intelecto del hombre, mediante el uso de símbolos (teorías) puede crear, corregir, transformar y recrear productos, sistemas y hasta universos de significado totalmente nuevos. La clave a diversas formas de creación radica en la comprensión de cómo usan los hombres los sistemas de símbolos.
Pues bien, al ser la universidad un espacio donde jóvenes y adultos se reúnen para divulgar, discutir, criticar y generar nuevas teorías tenemos que inferir que el compromiso de la universidad -cualquiera que sea- es coadyuvar a la formación intelectual de jóvenes y adultos.
Por la cosmología contemporánea -la teoría del Big-Bang- sabemos que en el principio era la materia, de ella surgió la vida y de ésta el intelecto. Con la vida aparece la necesidad del conocimiento y con el conocimiento la posibilidad de saber y teorizar. Hoy en el Universo existe vida intelectual lo que equivale a afirmar la existencia de materia con intelecto. El intelecto ha sido resultado de la evolución de la sustancia primigenia y única: la materia.
Una pregunta relevante en este proceso evolutivo del Universo es: ¿cómo concebimos el Universo?
Adoptar un enfoque biológico presupone que existe la vida y ésta en un sistema más amplio: el mundo real. Este es un tinglado de átomos, fotones, neutrinos, campos gravitatorios y electromagnéticos, etc. que no es visible, ni captable, ni intuible, ni experimentable, ni perceptible por ningún animal. Sólo puede ser conceptualizado por los humanes y cuando hacen esto empiezan a tener vida intelectual.
Dicho lo anterior es importante referirse al método para interpretar el orden en el Universo. La idea de que el universo posee un orden regido por leyes que no son inmediatamente percibidas por los sentidos data de muy antiguo, pero es sólo en el curso de los tres últimos siglos cuando se ha descubierto un método para revelar ese orden oculto: el científico experimental.
Todo lo que los científicos conocen acerca del Universo proviene de él. Lo que han descubierto es que la arquitectura del Universo está construida de acuerdo con reglas universales invisibles: una especie de código cósmico. Ejemplos de este código son la teoría cuántica, la teoría de la relatividad, las leyes de la combinación química y la estructura molecular, las reglas que rigen la síntesis de las proteínas, el modo en que se reproducen los organismos, etc.
Una de las razones del triunfo de la ciencia radica en que al igual que el proceso evolutivo, es un sistema poderosamente selectivo. Las teorías científicas, por su designio, son siempre vulnerables y posibles de destrucción, del mismo modo en que una especie, sujeta a la presión ambiental, es posible de extinción. Debido a esa vulnerabilidad, la verdad científica posee la fortaleza derivada de sobrevivir en un medio desafiante. Las aptitudes del científico (entre las cuales la adhesión al rigor no es más que una de tantas) son practicadas en el marco de la intensa crítica y la verificación experimental. Aun cuando las teorías científicas no logran sobrevivir, como a la larga ocurre con la mayoría, su progenie evolutiva transporta intactos los mejores "genes" -las ideas que todavía funcionan- de la teoría anterior. Por ironía, es la voluntad de arriesgarlo todo, aun la existencia misma, lo que garantiza la sobrevivencia.
De la misma manera que sobrevive la investigación científica, en un ambiente se talante crítico, es como van a sobrevivir las instituciones como las universidades que tienen por misión formar a jóvenes y adultos para el aprendizaje superior.
Finalmente, si el medio natural cambia, el medio social cambia y cambian las teorías que dan cuenta de esos cambios, es obligatorio que la universidad cambie. Es así que de no modificar las actuales estructuras académicas y administrativas de la universidad pública mexicana es jugar a su extinción. ¿Ha llegado el momento de crear, corregir, trasformar la universidad pública mexicana? La respuesta es afirmativa. ¿Cómo hacerlo? La respuesta la tenemos que construir sin más demora.