Morena: un partido en transición
José Antonio Robledo y Meza
El próximo 2 de octubre se cumplirán 14 años de haber sido creado, en el año 2011, el partido político Morena. En 2014, el Instituto Nacional Electoral emitió la resolución que le otorgó su registro como partido político nacional. La aparición provocó, en los hechos, una trasformación del sistema de partidos políticos mexicano. Para agosto de 2025 Morena cuenta con 7 millones de militantes, 2.8 veces más que los 2.5 millones de afiliados en diciembre de 2024.
A diferencia de Morena el resto de los partidos políticos sufrieron una reducción significativa de votantes en las elecciones del año 2024, con excepción de Movimiento Ciudadano. La pérdida del registro del Partido de la Revolución Democrática en 2024 y el riesgo de que los partidos Acción Nacional, Revolucionario Institucional, del Trabajo y Verde Ecologista de México puedan perderlo en las próximas elecciones del año 2027, trasformará el sistema de partidos mexicano.
Al mismo tiempo todo parece indicar que de las más de 80 solicitudes para formar un nuevo partido político difícilmente alguna podrá cumplir los requisitos establecidos por la ley: celebrar al menos 20 asambleas estatales en 20 entidades o 200 asambleas en igual número de distritos electorales. En cada asamblea deberán participar al menos tres mil personas afiliadas por entidad o 300 por distrito electoral. Además, el número total de afiliados no debe ser inferior a 256 mil 30 personas. Todo esto hasta febrero del 2026.
Debe admitirse que semejante sistema de partidos es un sistema vivo capaz de replicación, mutación y repetición de sus mutaciones. Morena, bajo el programa conocido como humanismo mexicano, ha mostrado ser una colección de elementos que puede evolucionar mediante la acción política. Los elementos capaces de replicar con mayor rapidez, o de reproducir bloques de construcción partiendo de cuánto les rodea para alcanzar una mayor variedad, una variedad más útil, serán los que dominen en el futuro. Sobrevivirán los capaces no solo de adaptarse sino los capaces de transformar el ambiente que les rodea.
Entre las adaptaciones útiles está la que llamaremos inteligencia. La inteligencia es la ampliación de una tendencia trasformacionista que se manifiesta en la tendencia hacia el control del medio ambiente. Pero la inteligencia necesita información que se transmite estratégicamente a través de la cultura, libros y educación. Es precisamente esto, más que otra cosa, lo que ha llevado a Morena a su actual estado preeminente en México y no hay razón alguna para pensar en que se haya detenido tal proceso evolutivo. Morena es un partido en período de transición y no el clímax de una creación.
La postura del humanismo mexicano, y por ende de Morena, es tal que imagina una época en la que la devoción, obediencia o fidelidad de los seres humanos en lo individual no se centre en su particular Estado-Nación, religión, raza o grupo económico, sino que lo haga sobre toda la Humanidad en su conjunto, es decir que cuando se beneficie a un ser humano de otro sexo, raza, religión, que se encuentra a no importa que distancia, el hecho nos sea tan preciado como si hubiésemos favorecido a nuestro propio hermano o vecino. Se trata de avanzar en la auto-identificación global de la Humanidad antes de que nos destruyamos con las fuerzas tecnológicas que ha desarrollado nuestra inteligencia. En eso consiste la hermandad universal que nos permitirá seguir persiguiendo el bien, la verdad y lo bello.
No cabe duda alguna de que nuestro sistema instintivo se ha modificado poco desde los días en que los hombres nos reuníamos para cazar, hace varios centenares de miles de años. Nuestra sociedad ha cambiado enormemente desde aquellos tiempos, y los más grandes problemas de supervivencia en el mundo contemporáneo pueden entenderse en términos de este conflicto, entre lo que «sentimos» que debemos hacer obedeciendo a nuestros instintos más primarios, y lo que «sabemos» que debemos hacer obedeciendo, finalmente, a nuestra cultura extragenética.
Si sentimos profundo respeto por otros seres humanos como iguales receptores de este precioso patrimonio de cinco mil millones de años de evolución, ¿por qué no ha de aplicarse tal identificación también a todos los demás organismos de la Tierra que son, asimismo, el producto del mismo número de años de evolución? Cuidamos de una pequeña fracción de organismos de la Tierra como, por ejemplo, perros, gatos y vacas –porque son útiles o porque nos halagan–. Pero las arañas, las salamandras, el salmón y el girasol son igualmente nuestros hermanos y hermanas. La historia humana está llena de casos monstruosos de pequeñas diferencias –pigmentación de la piel, especulación teológica abstrusa o forma de vestir y estilo de peinado–, que son causa de hostigamiento (discriminación, clasismo, racismo), esclavitud y asesinatos.
Es importante que extendamos nuestros horizontes de identificación, no precisamente sobre las formas de vida más simples y humildes de nuestro planeta, sino también hacia formas de vida exóticas y avanzadas que puedan habitar con nosotros, en nuestra enorme galaxia de estrellas.