Significado conservador del 16 de septiembre (1840-1847)
José Antonio Robledo y Meza
Félix Beístegui y Azcué, Felix. En la Oración que pronunció en Puebla el 16 de septiembre de 1840 asentaba que los preceptos de 1824 eran impracticables en México, en donde el pueblo estaba acostumbrado al yugo y unas clases poderosas no permitirían que sus privilegios terminaran: (dicha) constitución (estaba) mal avenida a nuestras costumbres porque suponía virtudes republicanas que no conocimos y desterraba vicios con nosotros nacidos. Una constitución donde las corporaciones notables veían la progresiva ruina de sus intereses... hubo de ser simiente fructuosísima de desavenencias internas y levantamientos.
En 1842 en el decreto que emite Santa Anna el 10 de septiembre para celebrar el grito designa a los asistentes un lugar en la catedral. En la noche, a pesar de la lluvia, una gran cantidad de ciudadanos y la junta cívica de festejos concurrieron a la universidad, la cual se vistió de gala. Hubo una ceremonia que inició con una oración y composición poética, a su término la concurrencia vitoreó entusiasmada la lucha por la Independencia. Se repartieron 27 premios a quienes participaron en la lucha. Los músicos que animaban el evento anunciaron las 11 de la noche, se dio una salva de 21 cañonazos en la plaza y se escucharon repiques en todas las iglesias y cohetes provocando gran algarabía. Dos días después Antonio López de Santa Anna conmemoró el Grito de Dolores con una fiesta en la Alameda Central que tuvo la participación de la mayoría del pueblo, donde se honró la memoria de Hidalgo e Iturbide. Terminada la ceremonia cívica, se realizó en el cementerio de Santa Paula el sepelio del pie que Santa Anna había perdido durante el conflicto con Francia, en Veracruz.
Ese mismo día Manuel Zetina y Abad pronuncia su Oración cívica donde exhorta la conciliación de los extremos se sitúe en un medio justo y conveniente. Pasó el tiempo de las palabras, pronto llegará el de los hechos, y cualquiera que sea la complicación de intereses, la libertad, hija de la justicia y conservadora del orden; la igualdad, el más precioso y fecundo de los derechos humanos, se establecerán sólidamente, auxiliados por el cristianismo, cuyo espíritu es eminentemente liberal y democrático. Tal es hoy la marcha de los pueblos libres y civilizados, que han conseguido el imperio de la libertad, sin el terror ni la anarquía, y el influjo de la religión católica sin el fanatismo, ni la barbarie. Lo obtendremos también nosotros, porque todo ello tiende a ello, las necesidades materiales de la sociedad, la marcha del pensamiento y nuestras relaciones con esos pueblos que nos sirven de ejemplo. Los sucesos inclinarán las cosas a este resultado e independientemente de toda voluntad individual tendremos instituciones análogas a nuestra situación particular y al espíritu del siglo, Cuanto muere pertenece a las viejas ideas, y cuanto nace viene en apoyo de las nuevas.
Una descripción completa de la celebración la encontramos en la reseña de 1843. “A las 9 de la mañana se dieron repiques de campanas y salvas; en Catedral se dio una solemne misa de acción de gracias a la que asistió la Junta Patriótica, el Ayuntamiento, la Asamblea Departamental y el gobernador y comandante general. Posteriormente se dirigieron a Palacio para la ceremonia de colocación de la primera piedra de la gran columna que conmemora la Independencia, por el ministro de Relaciones, el de Justicia, el de Hacienda y el oficial mayor de Guerra. La ceremonia terminó con el discurso del ministro José María Bocanegra y salva de 21 cañonazos. Más tarde a modo de paseo, las autoridades y el pueblo se trasladaron a la Alameda, acompañados por carros alegóricos, niños y niñas de las escuelas lancasterianas de México, contingentes de colegios, la junta patriótica, el Tribunal Superior del Departamento y demás autoridades. El desfile fue encabezado por el gobernador y comandante general. Se escuchó un discurso alusivo de Mariano Otero; a continuación, se vitorearon a los héroes de la Independencia y se encendieron juegos pirotécnicos. Esta ceremonia finalizó con una gran fiesta. En el discurso pronunciado por Mariano Otero se queja: “La generación de la gloria va desapareciendo ante la generación del dolor y del infortunio.”
Las quejas suben de tono en 1845 Manuel Doblado describe: “(Somos) hijos degenerados de una raza de héroes... Esclavos degradados hemos pasado por todas las humillaciones que la tiranía doméstica reserva a los cobardes... nos hemos dejado arrebatar nuestras leyes, nuestros tesoros, nuestra población. ... No, señores, sobrado tiempo se ha mentido a los mexicanos para que hoy se les nieguen las palabras de verdad. Engañados,.... burlados siempre en su confianza... han llegado a dudar de todo, y exasperados se han echado más de una vez en brazos de los ambiciosos sin fortuna..., ¿y qué revolución por justificada que sea, podrá en lo sucesivo inspirar simpatías? La gloriosa resurrección del seis de diciembre (Plan de Guadalajara) que se anunció bajo auspicios tan felices, ha burlado también todas las esperanzas que hizo concebir.”
En 1846 los estadunidenses entran a la ciudad de México el 14 de septiembre, ocupan el Zócalo e izan su bandera. No hubo festejos en la ciudad de México.
En 1847 se reanudan los festejos en el Zócalo de la ciudad de México con gritos, arengas, piedras, ladrillos y hasta muebles frente a los yanquis invasores.